"When a man is tired of London, he is tired of life; for there is in London all that life can afford" Samuel Johnson
Bueno, al fin puedo sentarme con un poco de tranquilidad y plasmar todo lo que pasó el viernes, un día intenso, lleno de emociones, anécdotas y con noticias que pueden marcar el rumbo de mi vida.
A las 5 de la mañana sonaba el despertador, nunca antes había visto el amanecer en Londres pero la ocasión lo merecía. No fue muy difícil preparar el equipaje puesto que solo iba a viajar un solo día. Eso sí, opté por la maleta de mano en vez de bolso para poder llevarme el portátil y lo más importante para todo buen mallorquín, la bolsa de Quelitas. Pues sí, no sabía muy bien cuando comería ni dónde así que ante cualquier ataque de hambre siempre van bien. Por suerte, mi vuelo salía desde el London City Airport, el más cercano a la ciudad de Londres y al que puedes llegar con una rápida combinación de metro y tren ligero. El trayecto de ida no tuvo mucha historia, aproveché cada minuto para leerme artículos e informarme bien del grupo que iba a entrevistarme. Para ser sincera, estaba muy relajada, el haber hecho bien la presentación del máster me dio mucha tranquilidad puesto que ese era mi primer objetivo, lo de la entrevista al día siguiente era un plus, donde todo podía pasar.
Mi avión de Swiss Airlines despegó puntual a las 8.25 a.m rumbo Basel. Un vuelo de aproximadamente hora y media que me pasó rapidísimo. La compañía Swiss siempre da algo de comer durante el vuelo y eso se agradece, pude volver a desayunar de croissant con café y una chocolatina suiza. Al aterrizar, adelanté una hora mi reloj y me dirigí hacia el estante de información para comprar un bono de viaje de un día por 9 Coronas Suizas. Por suerte pude pagar con tarjeta y no tuve que cambiar monedas, que alivio. Lo más interesante del aeropuerto de Basel, llamado EuroAirport, es que está justo en la frontera entre Francia, Alemania y Suiza. Es curioso ver los carteles que te indican por cuál de los tres quieres salir. Seguí las indicaciones de Suiza y rápidamente encontré el bus que en 15 minutos me llevó a la estación central de Basel. Cogí el tram y en 15 minutos más me encontraba cerca del Centro de Biomedicina. Durante todo ese trayecto no me fijé demasiado en la ciudad, estaba ensimismada en mis pensamientos así que me prometí prestar atención a la vuelta y hacer fotos.
A las 12 am hora Suiza (11 am en London) llegaba al centro. A la puerta me esperaban el jefe de laboratorio con dos investigadores del grupo. Me dieron la bienvenida y, al estar el jefe ocupado un par de horas, primero me llevaron a comer. No tenía mucha hambre pero comí todo lo que pusieron: un poco de sopa, spaguettis con guisantes y un trozo de bistec. Pude hablar con ellos sin presión sobre varios temas. Me contaron un poco como es la vida en Basel y cómo funciona su lab. Yo también tuve la oportunidad de contarles varias cosas y en ningún momento me sentí incómoda. Me sorprendió que ninguno de los dos bebiera agua durante la comida ni después. Pero vayamos a lo importante. Después de comer me llevaron a dar una vuelta por los laboratorios y fui hablando con todos los miembros del lab que estaban ese día presentes. Me senté con cada uno de ellos a que me explicaran su experiencia y su proyecto, en todo momento se mostraron muy amables. Pude preguntarles todo lo que quise así que creo que me hice una idea muy real de cómo es el ambiente de trabajo, el jefe, las publicaciones, la vida en general allí… hay cosas positivas y negativas pero creo que en general cuadra bastante bien con mi forma de trabajar y mis pretensiones. Hoy no voy a ponerme a analizar todos los pros y los contras aunque yo ya he tenido mis propias reflexiones.
Mientras iba de un lado a otro del laboratorio hablando con unos y otro, el jefe vino un momento y me dijo que había reservado una sala por si les quería hacer una presentación oral hablando un poco sobre mí y mi experiencia investigadora. Madre mía, no tenía nada preparado, menos mal que había metido el pen en la maleta con la presentación del día anterior por si acaso. Uff!
Ah, me gustó particularmente hablar con una de las chicas porque en Junio va a empezar el mismo programa de Marie Curie Fellowship que estaban ofreciendo, así que pensé que eso podría servirme de gran ayuda. Otra cosa curiosa es que vive en Alemania porque es mucho más barato pero hace las prácticas del máster en Basel. Está bien saberlo. Cuando acabé de hablar con todos, me reuní un poco con el jefe. Y que deciros, es la viva imagen de científico loco que todos tenéis en la cabeza: despeinado, entrevistándome con el pie encima de la mesa, saliendo a por un cigarrillo a cada hora y totalmente despreocupado por los papeleos y trámites burocráticos – no supo aclararme ninguna de mis dudas sobre el funcionamiento de la beca (la secretaría no estaba ese día). Sin embargo, se le veía muy apasionado, haciendo experimentos todo el día en lugar de estar en su oficina. Me hizo un par de preguntas y después ya fuimos a la sala donde les hice mi “presentación”. Básicamente les hablé un poco de mí, mi trayectoria, y les pasé las diapositivas de último trabajo que había hecho, aunque explicado de una manera totalmente diferente. Me fueron haciendo bastantes preguntas y se mostraron bastante críticos en algunos puntos (creo que el jefe es bastante escéptico, que no le cuenten historias) pero salí bastante airosa. Eso es ciencia, estar preparado a todo tipo de objeciones y cuestionártelo absolutamente todo, incluso tu propio trabajo.
Ya eran casi las 4 y, tras un último café, llegaba la hora de volver al aeropuerto. Pero aún me quedaba una última pregunta por hacer. ¿Y ahora qué? ¿Cuándo iban a decirme alguna cosa? El jefe volvió a preguntarme a partir de cuándo estaría disponible y si, después de haber pasado el día allí, aún estaba interesada en el puesto. Le dije que si con los ojos brillando de emoción. A continuación, se quedó pensativo y agregó que ya no tenían más entrevistas programadas, que era la que más les había convencido y que si quería el puesto era mío. Esas palabras retumbaron en mi cabeza como si no formaran parte de esa realidad, se lo agradecí muchísimo y les prometí que les escribiría a la semana siguiente para confirmarles que aceptaba. Me despedí de todos y les di las gracias, me habían tratado muy bien. Entonces, ¿eso era todo?, Es decir, ¿me acababan de ofrecer el puesto? Mi cabeza no le dio importancia ni quiso asimilarlo. Hice el camino de vuelta a la estación central andando, quería tener mi primer contacto con la ciudad y pasear por las orillas del Rin. Intenté fotografiar todo lo que pude y finalmente cogí el bus de vuelta al aeropuerto. Cuando llegué, me quedé paralizada mirando las montañas que tanto echo de menos en Inglaterra, suspiré profundamente y entré. En ese momento mi cerebro quiso darse cuenta de todo, empezó a procesar toda la información y lo hizo de golpe. Oh Dios Mío!, llevaba más de un año queriendo esto, profundas horas de búsquedas de grupos, solicitudes, preparando entrevistas y trabajando en esa dirección. De repente lo tenía ante mí, la oportunidad que andaba buscando, así de rápido, así de sencillo, había ido todo tan redondo que no podía creérmelo. Arranqué a llorar y ya no pude parar. Me paralicé, empecé a temblar y la señora de la limpieza corrió a socorrerme. No podía creerse que no me pasara nada malo, que simplemente llorará de alegría, realmente cuesta entender lo mucho que eso significaba para mí. Sí! Eran lágrimas de alegría pero en ellas también se mezclaban la tristeza de dejar Londres y la incertidumbre de que pasaría con mi vida. Mi cerebro quiso juntarlo todo y ya no sabía la razón porque lloraba, simplemente no podía parar. Marqué repetidamente el número de mis padres y de Fran sin éxito -las compañías inglesas cortan la red fuera del país. Busqué desesperadamente un sitio donde conectarme a internet pero no lo conseguí. Así que sentada en una esquina y hecha un ovillo, me dispuse a esperar a que el tiempo pasara, aunque lo hacía muy lentamente. Nunca había deseado con tantas fuerzas poder llegar a casa y comunicarme.
Esperé hasta que la cola para subir al avión fuera importante. Miré mi tarjeta de embarque y me di cuenta que no tenía asignado ningún asiento, que raro pensé. De repente llamaron a los pasajeros de la fila 1 a la 10 a que embarcaran. Volví a darme cuenta que yo no tenía asiento pero pensé que ya lo diría cuando llegara mi turno, tenía muchas ganas de subir al avión y pedir un vaso de agua. La música me acompañó en todo momento, solo me distrajo cuando la megafonía repitió repetidas veces mi nombre. No me creía lo que estaba pasando pero me acerqué al mostrador y me cambiaron la tarjeta de embarque por uno de primera clase. Eso ya era demasiado, contesté con un simple gracias y no fui capaz ni de preguntar a que se debía. Nunca supe si fue un fallo de la compañía o era algo del centro. Tuve mi botellita de agua nada más entrar a parte de la cena, café, el periódico y chocolatinas suizas. No daba crédito a nada, me di un par de golpes con la ventana y pensé que en cualquier momento despertaría de ese sueño. Se llevaron mi maleta a bodega con mi simple asentimiento de cabeza y me pasé parte del vuelo con el portátil escribiendo o más bien intentándolo, pues mi estado era un caos de emociones que no me permitía pensar.
Al fin aterricé, pero no lo hizo mi cabeza que aún estaba por las nubes. Tanto fue así, que cuando me dispuse a pasar la aduana me di cuenta que toda mi documentación estaba en la maleta que se habían llevado a bodega, no tenía nada para identificarme y ya me imaginé lo peor. Pensé que me retendrían algún tiempo pero uno de los guardias se mostró de lo más amable al acompañarme a buscar la maleta y no me pusieron ningún tipo de problema. Respiré aliviada. Ya estaba en Londres, casi en casa. Pero aún no podía llamar internacionalmente. Le dije por texto la noticia a Fran, de manera clara y directa, y su respuesta me emocionó aún más, quiso llamar a mis padres para comunicárselo. El viaje de metro fue otra vez larguísimo. Salí de la estación y me fui corriendo hacia la residencia, me paré a comprar unas cervezas y al fin pude hablar con mi madre y explicarle todo. ¡Qué alegría!
Realmente me emociono cuando pienso en mis padres. Porque sin ellos sé que no podría hacer nada de lo que estoy haciendo. Siempre me apoyan y sé que en todo momento han confiado en mí. Justó el día antes de mi primera entrevista en Enero mi padre me dijo estas palabras “Jo confiï que tot anirà cap endavant i t'en surtiràs. Ja sé que ho poses tot de part teva i segur que recolliràs es fruits. Pujar a una montanya costa molt, però major es s'alegria quan s'hi arriba i tu estàs preparada per pujar 10 montanyes. Una besada molt forta.”. En ese momento no pude darles esa alegría, pero seguí trabajando hasta que ayer empecé a recoger esos frutos de los que me hablaba. Para mí, lo más grande es que puedan sentir que toda la inversión que han hecho para que pueda estar en Londres ha valido la pena. Saben que siempre intento aprovecharlo todo al máximo. Nunca les podré estar lo suficientemente agradecida. Vos estim!
Tampoco quiero olvidarme de todas las personas que en algún momento durante este camino me han dado algún consejo o mensaje de ánimo, que no son pocas. Gracias a TODOS, de verdad.
Así que de momento, parece que mi camino en busca del PhD se va aclarando. Sin embargo, debo deciros que tengo dos entrevistas pendientes (una en Barcelona y otra en Madrid) a las que acudiré dando el máximo de mí. También estoy a la espera de unas solicitudes que hice hace unos meses en Birmingham y London. Hay que barajar todas las opciones y, aunque de momento Basel es mi primera opción, nunca se sabe. Durante estos días pediré consejo a mucha gente sobre el camino a seguir, al menos ya tengo algo asegurado y es una buenísima opción.
Por último, despedirme diciendo que, después de haber celebrado como se merece esta noticia, esto es un Non-Stop. Mañana empiezo con el segundo proyecto en un laboratorio diferente. Pero eso ya será otra historia.
Un beso muy muy muy fuerte a todos los que me leéis y me comentáis. Hacéis que me sienta mucho más cerquita de casa.